domingo, octubre 30, 2005

Fábula



“De lo que aconteció, cierta vez,
al encontrarse en un bosque paralelo,
una ave herida y un hada de la foresta”

-Buenos días pajarito - saludó el hada- ¿Qué te sucede?, veo que tienes las alas rotas

El ave la miró deslumbrado, la vio brillando en medio del bosque, toda verde, translúcida, tenía la piel muy blanca, casi etérea, y su pelo dorado le caía en bucles en armonioso desorden

-No han sabido cuidarme, hermosa hada- le dijo triste- siempre he dado lo mejor de mí y me han pagado mal

-Sé bienvenido a mi bosque -le dijo- veo que no han sabido amarte, yo te voy a cuidar

-Pero no tendré con qué pagarte - respondió desconsolado

-No te preocupes -le sonrió- solo con tus plumas me basta, porque son las más hermosas que jamás he visto y porque con ellas puedo seguir dando vida a mi magia.

El avecita se entristeció, esa hada no le estaba prometiendo su amor, porque ella ya había entregado su corazón, lo tenía henchido de amor por el Rey de los Bosques, amo y señor de todos los códigos, que también la amaba profundamente.
Y puesto que la amaba, la dejaba recorrer los bosques a su libre albedrío y esparcir su magia por todos los rincones, porque sabía que así era felíz.

-Así sea – dijo al fin el ave, llenándose de esperanzas

Y sucedió que el ave y el hada se hicieron amigos, vieron que ambos compartían el poder de derramar magia, porque ambos tenían alas para volar, porque se potenciaban el uno al otro, porque juntos lograban cambiar el curso de los acontecimientos como si fueran solo uno, solo con volar.

Y así pasó algún tiempo en que disfrutaron de sus mil prodigios, de sus correrías apasionadas de almas encontradas en este bosque de mil artilugios, hasta que un día, el ave se preguntó si todo esto valía la pena, era tanta su sed de amor que cuando comprendió que ella jamás le daría su corazón, decidió dejarla.

-Adiós – le dijo el ave- agradezco tu tiempo y tu dedicación, has cuidado de mis alas y estoy mejor, pero debo ir en busca del amor

Y ella palideció, no entendía que el ave no quisiera otra cosa más que su corazón, lo miró con el rostro empapado en lágrimas, no comprendía que tuviera que irse.
Toda ella lloraba, lloraban sus alas de cristal, lloraban sus cabellos, lloraba su piel de ángel hasta que sus lágrimas formaron un río de lágrimas de diamantes de tristeza.

-Pero si yo te amo – alcanzó a decirle

Sé que no me amas de verdad, amas mis plumas y mi vuelo rasante sobre tu cabeza, amas la magia que derramamos cuando estamos juntos, amas la sombra que proyectan mis alas en medio de los árboles, pero tú nunca has mirado dentro de mis ojos, por eso no puedes amarme de verdad, porque eres un hada, y puesto que lo eres, nuestros idiomas son diferentes y tu corazón no me pertenece.

Dicho esto, emprendió el vuelo más enojado que triste porque pensó que había perdido su tiempo.
-Pobre fantasía- fue lo último que se le oyó murmurar calladamente

Y olvidando para siempre los momentos juntos y lo mucho que ella le quería, se marchó en busca de un ave semejante a él que lo pudiese amar.

-El hada lo miró alejarse desde su foresta.

Y se quedó muy sola porque esa ave era su alegría, la dicha de sus días y la luz de sus mañanas, porque su corazón era más simple y noble, porque dentro de su lógica había demasiados colores, no solo blancos y negros como solo ven los ojos de las aves, porque pensó que podían seguir siendo solo amigos, compañeros de vuelo, tejedores de ilusiones, pero el ave nunca lo entendió, solo estaba empecinado en encontrar consuelo.

De vez en cuando se ve al hada, que aunque nunca pierde la sonrisa, sigue algo triste en medio de las hojas, pero rodeada de los habitantes de la foresta que la llenan de elogios y la colman de alegrías, sin embargo le extraña porque no logra comprender cual fue el error y sueña encontrarle de nuevo, en algún lugar del bosque

No se ha vuelto a saber de aquella avecilla que solo quería encontrar el verdadero amor, de vez en cuando se oye el murmullo de su vuelo que el hada logra oír a través de las miles de hojas de aquel bosque interminable.

De vez en cuando se le ve también, surcando los cielos, ahora con sus alas extendidas en todo su esplendor, sin percatarse que él tampoco, en el tiempo que pasó a su lado,
en sus muchos vuelos prodigiosos ni en sus miles de sortilegios encantados,
miró nunca jamás al hada,
verdaderamente a los ojos”.

miércoles, octubre 26, 2005

Dejo constancia


Dejo constancia de mi amor fuera de toda lógica
del avatar del destino que decidió hacernos uno
de nuestras utopías,
de tu genio irreverente,
de mi ángel que suspende
de nuestras mutuas nadas
y nuestros perfectos todos

Dejo constancia de mis fracasos,
de lo no superado, de tus besos
de mis sueños que transcribes en verdades,
de la loca magia que sentencio y que me lleva a volar
a veces tan lejos de tus brazos.
dejo constancia de los vicios,
de tus placeres y mis culpas

Dejo constancia de los años a tu lado,
de la aguerrida lucha de tenerte,
del estoico hallazgo de encontrarte y sujetarte
del dolor del puerto
y el misterio de tu risa
Del delito de soñarte,
de tus manos en mi pelo
de mis dedos en tu espalda.

Dejo constancia de nuestras diferencias,
de tus números y mis letras
de tus ecuaciones y mis cantos
de tus realidades y mis fantasías
de tu mente brillante, ingeniera de soles
de tus métodos, y mis artificios
de tus códigos y mis evangelios

Dejo constancia de necesitarte,
de no poder dormir cada noche
que no te tengo,
de tu alimento, gallardo,
que vierte en mi vientre
todo el milagro
del génesis
de no poder dejarte ni contemplarte.

Dejo constancia
Y decreto amarte
con simpleza y con furia
con mis terrores y tus paces
decreto amarte, tú sabes
para siempre...

lunes, octubre 24, 2005

"El Alberto y El Chocolate"




Acaballao y huaso bruto.
Insolente, desafiante...y santo.

Todos ya deben estar medio saturados con el tema.
Típico que la tele le da como bombo en fiesta.
Que las transmisiones, que los souvenirs, que la bendición, que repasar su vida...igual cansa. Cansa a tal punto de no querer saber nada más.
Y eso no es bueno.
No es bueno saturarse del tema tan pronto, porque recién comienza.

Independiente de si hace milagros o no, de su sonrisa clara, de si es el único santo con fotos reales (los demás solo tienen estampitas), de si es o no la primera canonización de Ratzinger, de si cuestionamos o no las platas del Hogar de Cristo, desvistiéndolo, desnudándolo, sacándole la sotana negra, despojándolo de la parafernalia de la hora en que vivimos, deshojando su entorno histórico y todo, nos queda un tipo formidable, un tipo bueno, bueno del alma, bueno como nunca llegaremos a ser nosotros, bueno como tal vez no nos toque conocer a nadie, bueno hasta los huesos.

De vez en cuando me toca ir a la casa de acogida de la Vega, está en la calle Olivos, entrando por Recoleta, El Alero, le llaman, acoge y da almuerzo a los curaitos de la Vega, a los viejitos hediondos y solos que nadie en el mundo recuerda, viejos que son buenos pa tomar, esa es la verdad, que no tienen donde ir a tomarse un plato de sopa, donde caerse muertos.

En el Alero las tías voluntarias les preparan comida barata y caliente y tienen frazadas y tele y unas colchonetas para dormir en la noche.

No soy de las mejores almas, tampoco hago ningún tipo de voluntariado solo voy acompañando al cura a hacerles misa una vez al mes, pero cuando entro a esa casa vieja de techos altos, a esa casa helada inmersa en el olvido, cuando cruzo el corredor y llego al patio del fondo, al patio de tierra pisada y húmeda, de nísperos, de uvitas, de limoneros y me sale a recibir la Elvira moviéndome la cola y a punto de tener sus perritos, cuando instalamos el altar en medio de una treintena de viejitos, el mundo se me vuelve cierto, y azul y me olvido de mi ropa, de mis comodidades, de mi maquillaje y mi pelo, de las compras del Súper, del pisco sour de los viernes, de lo que compraré en el Sodimac porque mis problemas se vuelven tontos en medio de su mundo de penas, de sus manos añosas, de su abandono, donde su única preocupación es tener un pedazo de pan para morder este día.

En medio de ellos está el Capitán, tiene una de esas narices gigantes, rojas y deformes de curado de años, como con hoyitos y usa un gorrro de capitán de barcaza de puerto pobre,
el Capitán es grande y le gusta jugar dominó.
También está el Lolito, un viejito octogenario que se guía solo con el sonido de la voz, porque ya no ve y le gusta que lo escuchen cuando cuenta sus historias de bares y de siglo pasado...

Y en medio de ellos está el Chocolate. Un viejito negrito y vigoroso,
cada vez que voy lo veo más flaco, tiene unas heridas en los pies a causa de atropellos, varices y heridas del tiempo y tiene que romper las zapatillas de lona para poder acomodarlos dentro de ellas y dar unos pasos sostenidos con muletas.

“Canta Chocolate” - le dice el cura, antes de empezar la misa.
Y el Chocolate obedece porque le encanta cantar:
“Juntooooos como hermaaanoss, mieeeembrooos de una Iglesia, vamos caminaaando....”

El Chocolate canta a todo pulmón con su voz trémula y canta fuerte porque eso lo hace sentir importante, canta solo y cierra los ojos como sintiéndo cada frase.
A mí la garganta se me apreta cuando lo oigo cantar, se me apreta y la voz no me sale, y miro a la Elvira langüetearse para ver si se me secan mejor los ojos, porque tiemblo entera.

Al fin todo termina y nos vamos, cuando me voy el Chocolate me abraza , como todos,
Él huele mal, huele a vinito, huele a humedad, a tiempo, me toma las manos entre las suyas de corteza de árbol y me dice:
"Que bueno verla mi linda, ojalá venga el próximo mes" y yo solo le sonrío porque la voz no me sale.

No sé si iré, y tampoco sé si él estará porque cada día se muere un viejito nuevo en El Alero.
Y nos vamos. Nos vamos raudos por Recoleta.
Yo no hago nada por ellos, ni siquiera ese día, solo estoy, solo los acompaño, les tomo las manos y me juego un dominó con el Capitán antes de la misa, sólo hago eso...y parecen llenarse de dicha.
2 lucas me descuentan de la cuenta del teléfono para el Hogar de Cristo, y a veces rabeo por esas 2 lucas, que pobreza, y nos es que duela el bolsillo, es la estupidez, es la miseria humana.

El alero cobra 30 pesos por el plato de comida y 100 por pasar ahí la noche.
A veces los viejitos no tienen para pagar y llegan con una zanahoria, una cebolla o alguna acelga que recogieron en los pasillos de La Vega y se las pasan a las tías que cocinan como aporte para la carbonadita que están preparando.
No nos quedamos a almorzar...
Y vuelvo a mi mundo cómodo y caliente y dejo atrás el Alero.
El Alero es parte de la Obra del Hogar de Cristo.
No importa si hace o no milagros, si se cree o no en él,
lo que veo es lo que hizo antes de irse, lo que nos dejó.
¡Como no va a ser Santo el Alberto!

jueves, octubre 20, 2005

"Declaración Espacial a Andrómeda"



"Un año luz es la distancia
que recorren mis manos,
mi amor escondido
mi obscenidad en tu oído
a la velocidad de trescientos mil
kilómetros por segundo,
donde el espacio es relativo
como nuestras vidas tercermundistas
que fabrica vida de a poco.

Sin embargo, por ahí mismo me acerco
dejo caer mis labios en tus labios
mi intimidad en la tuya,
ahí mismo dibujo tu rostro
con lápices prehispánicos que pintan gitanos,
princesa de cara de luna pálida,
ahí mismo descubrimos el sentido de tanta rebelión
sintetizada en el dolor
como experiencia constructora de vida.

Entonces, acerco un poco más tu cuerpo al mío
tu tibieza a la mía,
celosos de nuestra intimidad
hasta estallar en una lluvia de asteroides
que caen sobre nuestros cuerpos húmedos.

Solo allí encontramos el sentido de nuestra libertad,
en ese mismo momento
nuestros cuerpos ya no nos pertenecen,
salen de Chile como una flecha que se dirige a Andrómeda,
llevándose consigo,en su loca geografía
toda la geografía de la tierra"

Este bello texto me lo entregó un día un profesor de historia , me lo pasó a la rápida mientras yo bajaba la escalera que él subía, venía escrito en una hoja de cuaderno de matemáticas doblada en varios pliegues.
Nunca supe su intención, nunca me preguntó si lo leí o que me pareció.
Sin embargo, desde ese día comenzó a llamarme princesa con cara de luna pálida.
No volví a verlo después que terminaron las clases.

Nunca supe bien que pensar, pero siempre lo he conservado.
Y ahora se los comparto.

miércoles, octubre 19, 2005

De Gays y otros manjares


Vengo llegando del gimnasio, donde voy todos los días en porfiada rebelión contra los kilos.
Inútil no mirar.
Entre las solitarias rutinas de cada uno no queda otra que observarse, brazos, cuerpos rellenitos, esculturas, autistas con su personal stereo, la tv de plasma que nos lanza imágenes mudas, los personal training... y Él.

Como no mirarlo si es tan bronceado, con su torso en perfecto triángulo, unos músculos que le brillan al compás del tecno del momento y su pañuelo amarrado a la cabeza muy al estilo Chayanne en el tiempo de "Tu pirata soy yo"...

Es profesor de algún arte aeróbico que no alcanzo a captar porque cada vez que llego él está terminando su clase (de la cual no participo, no crean que llego atrasada), se mata de la risa con sus alumnas en sonoras carcajadas y delicados movimientos, es moreno e irresistible...Y es gay.

Y gay del tipo: ¡Maca, te habiai perdido, Gaia no me podis hacer esto, Gaia, no podís dejar de venir, tai regia, Gaia!

Igual lo miro mientras pedaleo, algo tienen los gays que obnubilan nuestros pensamientos y pervierten algunos deseos, algo pasa con ellos que hace que uno se detenga en sus gráciles figuras más tiempo que hasta en el mejor de los machos.

Son finos, respetuosos, generalmente muy educados, ubicados, sensibles, preciosos (porque se ocupan de sí mismos con gran dedicación) y tienen un poder de empatía con las mujeres tan único y especial que los hace exquisitamente adorables. La entienden a una, llorar con y como una, se deshacen en palabras bellas, igual que una, son románticos y cariñosos, como una.

Me pasa con muchos.
Aclaro que igual detesto a los fletos que desparraman sus intimidades exigiendo derechos que ni los hetero usamos mucho.
También aclaro que me encantan los travestis, bellos y producidos, los de exquisito gusto y sensual delicadeza. Muchos más bellos que las mismas mujeres.

Los que me descolocan son los ocultos, los que nadie los cacha. Los que son hombres, viven como hombres y no. En fin, esos no me preocupan, ni los noto.
Pero confieso que los gays desatados, tipo Jordi Castell, el decorador Andrés Alsina, Rupert Everett o el profe del Gym me erizan los pelos.

Había uno en el Liceo, el Sandro, rubio y de ojos celestes, que jugaba al elástico y al sem sem sem en el recreo con nosotras, el Sandro era confidente, amigui, divertido, risueño y loca, entera loca. Me encantaba el Sandro.

Y en esto de los blogs cuesta cachar quien es y quien no.
Claro que algunos no tienen problemas en gritarlo a los cuatro vientos, y bien me parece.
Pero no siempre es así y uno puede incurrir en dramáticos errores por esto.
En fin, rescato la sensibilidad.
Me seguirán gustando estos deliciosos chicos que proliferan en el universo porque este es un mundo libre.
Y bien que lo hagan. Detesto a los homófobos.
Y yo mientras tanto, seguiré observando a mi Chayanne día tras día,
porque al fin y al cabo,
igual huelen a hombre.

martes, octubre 18, 2005

Un Mundo de tristezas


Eso sentí, una pena negra al ver ayer el reportaje en canal 13 del deterioro de Mundo Mágico. (click al título)

El parque cerró sus puertas en Noviembre de 2000, nunca tuve muy claras las razones.

Mala gestión administrativa tal vez, rumores de peleas entre el Metro y la Municipalidad y hasta de lavado de dinero se habló.

Pero más allá de responsabilidades técnicas, más allá de las casi 200 personas que quedaron sin trabajo (como cualquier otra empresa que cierra), más allá de la magia que nos llenaba el alma a los que fuimos parte por largos años de semejante proyecto, lo que ayer me partió el corazón fue el deterioro.

Fue ver a Don Luis por la tele, con sus casi 90 años, sacando a duras penas la incontenible maleza que cubre casi todo el terreno.
Fue una sensación agridulce volver a verlo.
Pobre viejito. Recuerdo que Don Luis las oficiaba de gásfiter y cuidaba los autos afuera del parque, por las de él, y tanto los cuidó y se preocupó que terminaron por darle un uniforme igual que a todos y hacerle contrato y compartir nuestros almuerzos, y eso que por esos años ya era octogenario.
Fue algo así como benemérito. Ad honorem. Y él era felíz.
Y debe seguirlo siendo, porque aún está ahí. Y sigue usando su uniforme.

Me partió el alma ver las maquetas destruidas, el estadio nacional, el templo de Maipú, la Isla de Pascua, Colbún.

Y recordé las manos que las hicieron, al fondo del parque en un taller inmundo de pinturas y solventes, pero pletórico de magia en sus rincones estaban el Julio y el Ricardo, genios, artistas.
Nunca se les reconoció su labor como a tantos otros artistas y vaya que lo eran.

Dominaba el Julio al dedillo el arte de moldear con toda suerte de materiales.
De sus manos y de la nobleza de la fibra de vidrio, el plumavit y el airex nacieron las cabezas del Oso Willy y sus secuaces, los moais de Pascua, las graderías de los estadios, las cúpulas de las basílicas, árboles con vida, flores gigantes, payasos inanimados, espadas de piratas, cascos galácticos, autos chocadores, dragón de la montaña, varitas mágicas...

De las manos del Ricardo brotaba el arte de pintar y llenar de colores todas las creaciones, los escenarios, los jardines gigantes, el fondo del mar, las cordilleras, los telones de fondo, las constelaciones...

En fin, según contaron en el reportaje hay proyectos de recuperarlo.
Ojalá sea así.

Hoy el Ricardo creo que pinta letreros en algún taller olvidado de Estación Central.
Y el Julio murió. Hace un par de años. Estaba arreglando uno de los techos de la Mansión Siniestra en Fantasilandia y cayó . Que ironía. Pero murió en lo suyo, en su magia, en su alegría, fue el consuelo de los que lo conocimos.

Anoche me acordé de ustedes amigos, de su arte invaluable que hoy muere entre la maleza y que Don Luis se desvive por rescatar del olvido.

Pocos tuvimos el privilegio de conocerlos y menos aún de valorarlos.
Hoy los recuerdo con cariño y les brindo mi pequeño homenaje a ustedes,
los más grandes creadores de ilusiones que me ha tocado conocer.

lunes, octubre 17, 2005

"Eterna Candy"





Kiantei significa Candy, en japonés.
Me estuve tratando de acordar desde cuando me convertí en Candy
Concluí que fue Candy la que se convirtió en mí.
Yo ya era así.
Yo ya tenía mi Clin y trepaba árboles, ya tenía mis pecas y el pelo, así, agarrado en dos moños crespos, al viento.
Yo ya me había topado antes con un príncipe de la colina mucho antes que ella encontrara el suyo y apareciera en mi vida.
Por eso, cuando la ví por mi primera vez, me reconocí inmediatamente.
Y lo chistoso es que nadie me cree.
Era como si Kioko Mizuki y Yumiko Igarashi (sus creadoras) me hubiesen conocido y venido a plasmar mi propia historia,
claro, con uno que otro retoque de fantasía.

Su desverguenza, su carácter temerario y desafiante, su romanticismo, su lealtad con los amigos, su risa burlona, sus ojos soñadores, su pasión por la aventura...si era yo.
Pensé que se me iba a pasar con los años. Pero no.
Después vino la vida adulta, el trabajo, los hijos, las responsabilidades y yo seguía siendo Candy,
aún lo soy.
La cosa es que uno siempre se identifica con alguien de la tele,
Ultraseven, James Bond, Bugs Bunny o tal vez hasta un archivillano.
Bueno, Yo soy Candy, o ella es yo, da lo mismo.

Una vez el Salfate confesó que la mejor teleserie que había visto en su vida era esa.
Que nunca conoció otra con un mejor guión. Y yo estoy de acuerdo.

Algunos despotrican de los monos japoneses y de Candy. A mí me encantan.
Me declaro una Otaku de tomo y lomo.
Pero otaku de los 80 no de ahora.
De esas que desvariaban viendo los monitos del gran maestro Osamu Tezuka.
Para los que no lo conocen, el gran Tezuka es el alma tras los inolvidables:
Astroboy, Princesa Caballero, Kimba, Tritón, Don Drácula y tantos otros.

Respeto mucho a los Otaku de los 2000, pero confieso que aún no me dejo atrapar por ninguna de sus historias.
Y las he visto, no crean que no.
Samurai X, Evangelion, Mermelade Boy, Sakura Card Captor.

Tal vez hoy me desvié un poco de mi estilo de escribir.
Era para mostrar esta otra faceta mía, medio infantil tal vez, que se me quedo pegada.
Así me van conociendo más.
Otro día les cuento de las hadas, de mis montajes en photoshop, o de mi tienda de disfraces.

Así es Kiantei, eterna Candy.
Algo loca, algo mágica, algo payaso, en fin. Espero no haber defraudado. Eso sería. Me despido con una frase de la canción:

Nakibeso Nante Sayonara ne, Kiantei, Kiantei.
(Dile adiós a ese rostro triste y sonríe, Candy( (en estricto japonés)
(Busca mi camino, sígueme, ríe como Candy) (opening en español)


(Este post de hoy fue más que nada para ensayar mis nuevos conocimientos en html, y jugar con los vínculos)

Un beso.

viernes, octubre 14, 2005

La Casa del Castor: Parte final: "En estos días"


Dicen que las Casas abandonadas tienen algo de magia.
Me empecé a dar cuenta de esto en la época en que trabajé en Mundo Mágico.

No se trataba de un parque de diversiones con grandes lujos
y tenía mucho que envidiarle no solo a los grandes parques de atracciones del mundo sino también a los más pequeños.

En general estaba plagado de brazos púberes que entregaban el mejor esfuerzo de sus juventudes en sacar adelante con escasos recursos la alegría que brota natural en miles de niños.

Disfraces, rincones encantados, jardines gigantes, laberintos de espejos, magos, ciudades en miniatura llenaban de encanto este territorio que tenía vida propia en medio de la ciudad convulsionada.

Solo los que trabajamos allí veíamos como, apenas se iban los visitantes y asomaba el crepúsculo,
familias de conejos salían de sus madrigueras corriendo por las pequeñas colinas verdes,
y cómo, tal vez desorientadas por rumores de olas inventadas,
bandadas de gaviotas se precipitaban sobre ese mar celeste y artificial,
brindando un espectáculo de magia natural más allá de ensayos y juegos de artificio.

Creo que Algo de esa magia se me adhirió a los huesos y se me quedó plasmado en el alma,
o tal vez ya lo traía conmigo en carga genética, lo cierto es que de pronto
y como una revelación anunciada por largo tiempo transporté toda esa magia a esta casa,
y fue entonces cuando comenzó a convertirse, por segunda vez en su historia, en un territorio encantado.

Fue en la misma época en que me sumergí en Narnia y sus crónicas relatadas en siete capítulos
y me reconocí en la melena de Aslan y en los conjuros de los bosques invernales.
Fue en sus páginas donde se me relató la historia de un viejo castor que acoge en su casa pequeña
y llena de calor a los visitantes del mundo real que llegaron a correr peligro a estas tierras encantadas.

Fue cuando mi hermana, en la inocencia de su pequeños años, vio las semejanzas de la casa del Castor,
acogedora y pequeña con esta casa fresca y hospitalaria a la que el amor rescató del abandono
y del olvido para darle de nuevo un lugar en el mundo.
De este modo quedó bautizada como La Casa del Castor.

Hay que verla cuando por las tardes entra sin permiso por las ventanas el viento tibio de la primavera,
recorre los pasillos y contagia a las flores, se cuela por cada uno de los dormitorios trayendo
la esencia perfumada de los cerezos en flor, se enreda en el sonido de los móviles de caracolas
que cuelgan en los corredores, baja las escaleras y perfuma el comedor con los aromas que recogió del jardín,
de las rosas, y la albahaca, de la menta y el durazno.

Hay que verla por las noches de plenilunio como deja entrar los hilos de plata por el ventanal bañándolo todo en su etéreo brillo y deja ver el perfil de las cosas en suave penumbra.
Hay que sentir el calor que irradia en las noches de invierno, los aromas que expele de su cocina y la mesa lista y dispuesta con los mejores manjares para recibir a los visitantes que llegan.

Es de ese tipo de casas que acogerá generosa varias generaciones,
que verá nacimientos y partidas y no volverá a perderse en los recovecos del tiempo y la nostalgia.

Creo que es una casa con alma.
Forjada en años de amor, de historia y esfuerzo,
que regresó de la muerte porque no soportó su soledad.

Es donde me gusta estar.
Es también el nombre de mi blog.

Esta es mi Casa, es donde vivo, espero que les guste.
Siéntanse siempre Bienvenidos.
Ahora ya saben donde está.
Adelante.
Es la Casa del Castor.

jueves, octubre 13, 2005

La Casa del Castor 3ª parte: "La Reconstrucción"



Los amigos de siempre, los que ayudaron en la reconstrucción, nunca dejaron de visitarla, fue en la casa donde se organizaron las mejores fiestas al son de los ritmos de moda, las más importantes celebraciones y acontecimientos.

Un lugar de encuentro, donde vimos crecer a nuestros hijos y a los hijos de nuestros amigos.

Es en esta casa donde sorteamos difíciles momentos, alucinantes sesiones, sueños inverosímiles, alocadas novelerías
que han quedado de tal modo impresas en nuestras memorias que difícilmente algún signo del tiempo podrá resquebrajarlas.

Ya no quedaba nada de la vieja casa abandonada,
ni sus paredes estragadas, ni sus historias fabulosas, sin embargo,
y con el paso de los años, la primitiva reconstrucción fue cediendo a los humores del tiempo y las atmósferas,
los niños crecieron hasta transformarse en dos adolescentes impetuosos
y llenos de urgencias nuevas y soledades individuales.

La casa se tornó demasiado pequeña.

Fue así como cierto día nos decidimos a darle el zarpazo final a la faena de una construcción más sólida,
descomunal y definitiva.

Casi sin darnos cuenta, una mañana afiebrada de Enero la casa vio la llegada de los albañiles,
carpinteros, herradores y estucadores, y todo el ámbito se llenó de una algarabía caótica y desesperada.

Fue la primera vez en que me vi gozosa dando todo tipo de órdenes,
disponiendo de los espacios y los materiales, de los dineros y los tiempos.

Así fue despareciendo la precaria casita reconstruida de las cenizas en las manos
expertas de los obreros agobiados por el calor de Febrero,
en medio de aquella incomodidad y respirando el polvo de la arena y la humedad del estuco fresco.

Dispusimos volar el techo sin temores para dar paso a un segundo nivel en donde pudieran distribuirse sin ningún problema cuatro dormitorios, una sala de estar, un baño grande, y una oficina biblioteca.

En el primer piso quedó una cocina amplia, otro baño, un cómodo estar para los invitados,
un comedor grande y dispuesto para recibir a todos los que quisieran llegar,
sala para el lavado, una habitación para el taller de donde nacen los disfraces,
una tienda de disfraces y un jardín aromático con terraza donde conviven en perfecta armonía las flores y los árboles,
los arbustos y las hierbas, las aves y los insectos.

Y de este modo, cuando ya los calores del estío comenzaban a evaporarse la casa quedó terminada,
grande y definitiva.

Esto es reciente, aún habiendo terminado las obras más gruesas, la tarea de decorar, ambientar,
distribuir y llenar los espacios sigue pendiente y se va construyendo día a día con devota paciencia y el tiempo que resulta escaso .

Es agotador y gratificante.

El amor que se le confirió a tamaña empresa parece haberle dado un nuevo lugar en el mundo.

Es un sueño cumplido.

Que se sigue escribiendo...

miércoles, octubre 12, 2005

La Casa del Castor: 2ª parte: "El Renacer"





"Muchos años después,
cuando las urgencias de la responsabilidad conyugal
causaron estragos en nuestras jóvenes vidas recordamos
casi por casualidad la vieja casa abandonada que había sido cuna y cómplice de nuestras curiosidades sin asombros de la infancia.

Fue en la época en que empezamos a averiguar que tan ciertos fueron los mitos tejidos en torno suyo, y no fue menor nuestro asombro al enterarnos que la historia de la vieja loca tenía serias razones para formar parte de la realidad.

Se trataba, pues, de una vieja profesora que había pasado sus años mejores entre la soledad y la desilusión, entre la pena y el olvido y que un día, acongojada en parte por su propio mal vivir y la presión de los vecinos, partió a recorrer el mundo sin que se supiera más de ella .

Ya con dos hijos a cuestas, y alentados por nuestras férreas voluntades
y nuestros ímpetus juveniles nos embarcamos en la aguerrida empresa
de transformarla según el patrón de nuestros sueños en la fortaleza blindada
que acogería a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos.

De ahí que cruzar ríos tormentosos, levantar paredes inquebrantables y
recorrer regiones inexploradas se convirtieron en tareas fáciles
al lado de los obstáculos que habrían de venir por conquistarla.

Hasta que por fin, después de innumerables aflicciones y toda suerte de agobiantes empresas,
la casa fue nuestra.

Cierto día, y como si se tratase de una cuadrilla de los mejores obreros,
llegaron a nuestra puerta el grupo de amigos de toda la vida con toda suerte de herramientas y utensilios de construcción.

Se trataba de un grupo singular que vimos crecer junto a nosotros desde la más tierna infancia,
nuestros mejores amigos, los mejores amigos que uno pueda imaginar,
hombres y mujeres de fe y convicciones dispuestos a ponerse bajo nuestras órdenes
y convertir la casa abandonada en un lugar noble para vivir.

De este modo, con escaso presupuesto y rudimentarios conocimientos vimos caer murallas,
levantar suelos, raspar puertas, cablear cielos, acorazar techos, pintar rincones y plantar semillas.

Así fue como, casi sin darnos cuenta, las paredes fueron llenándose de colores que nunca antes conocieron,
sus ventanas brillaron en la reverberación del mediodía
y emergieron bosques de flores y árboles frutales, y el jardín se cubrió de helechos y palmeras.

La Casa quedó lista, pequeña, iluminada y bien distribuida.

No estaba arreglada con los mejores materiales, pero resultaba acogedora y cálida.

Hasta que una tibia tarde de Noviembre, contaminados de ansiedad y estimulados por el entusiasmo,
llegamos a habitarla y la Casa se llenó con la alegría de una nueva familia,
dejando atrás su pasado de olvido y abandono.

Los hijos todavía eran muy pequeños, apenas caminaban, por lo que no lograban dimensionar
(hasta los años actuales) la carga histórica y el portento doloroso que la casa arrastraba y así,
entre sus distraimientos y simplicidades la recorrieron trémulos para tomar posesión de cada rincón que ahora les pertenecía.

Frente a mi ventana crepuscular recojo el cansancio de la satisfacción y la dicha de tantas horas entregadas a las faenas de su primera reconstrucción.

Y recuerdo con alegría mis primeros años en La Casa del Castor.

martes, octubre 11, 2005

La Casa del Castor: 1ª parte: “El Hallazgo”


(La historia que voy a contar es una historia verdadera,
nació del caminar bajo las estrellas y está adornada con la magia
que proveen las letras que derrama su humilde creadora.

Reconozco que nunca me ha gustado mucho leer en los blogs historias por episodios, porque no sé si podré continuarlas al día siguiente, o si me acordaré de regresar a recoger los fragmentos restantes.

Pero esta historia siento que se las debía, es la historia de La Casa del Castor, y como es un poco larga la he separado en cuatro partes de manera que pueda ser digerida con algo de calma y ojalá un poco de cariño. Para ustedes)

I.- El Hallazgo

“En los años en que todavía no se le conocía por este nombre,
La Casa del Castor era una casa abandonada,
como las casas abandonadas de los cuentos,
llena de vegetación salvaje que nadie controló por años
y con un sinnúmero de leyendas tejidas en torno suyo.

De niña solía explorarla con mis amigos.
Embullados con la aventura, husmeábamos sigilosos todos sus recovecos,
sus paredes carcomidas por el inexorable paso del tiempo,
soplando el polvo acumulado en los años de abandono, respirábamos su aire enrarecido,
su clima prehistórico, sorteando a veces los regueros de desperdicios y las cenizas humeantes de algún visitante fortuito de alguna noche anterior.

La oíamos crujir durante toda la exploración, porque crujía entera, el techo parecía a punto de desplomarse por la presión de las lluvias, colgaban de las ventanas las piltrafas escuálidas de antiguos cortinajes y las puertas al abrirse, raspaban los desniveles del suelo dejando oír sus quejidos lúgubres.

En cada rincón brotaban, soberanas, enormes extensiones de musgo tierno y las arañas huían despavoridas a sus escondrijos tras ser despertadas de súbito de sus largos recogimientos.

Las paredes temblaban al ritmo de nuestros pasos pavorosos y cada rincón nos ofrecía un mundo de sortilegios ansiosos de ser descifrados.

La Casa parecía ocupar un ámbito propio, un espacio de soledad y olvido, apartado de la ciudad, de las épocas y del desmesurado bullicio del mundo.

El mito urbano contaba que había vivido ahí una vieja loca, que gustaba del siniestro hábito de cocinar gatos y perros y colgar gallinas en las ventanas y que un día desapareció intempestivamente sin dejar el menor rastro .

A la luz de los hechos conocidos, era natural sentir el pavor al recorrer sus rincones, sin embargo,
el poder implacable de la curiosidad, el espíritu voluntarioso de los expedicionarios,
la vehemencia por conocer el otro lado de las cosas hacía imposible abatir los ánimos.

En el vasto universo de nuestra imaginación la soñábamos mágica,
guarida de filibusteros y hechiceros, de contrabandistas y mercachifles,
de dragones y emperadores y después de largas horas de seducción ante la complicidad del juego,
no percibíamos el paso del tiempo y regresábamos a nuestras casas ya muy entrada la noche sucios de aventuras y extenuados ante la desmesura de la ensoñación.

Por las noches, en la serenidad que otorgan los sueños,
desde el cansancio y la satisfacción de la aventura,
registraba cada detalle de la travesía y contaba cada hora antes que llegara el momento para volver día tras día al portentoso territorio que encantaba mi infancia.

Muchos años después, desde la paz de mi teclado,
vuelvo a recordar esos años prodigiosos y me vuelvo a hundir en el ensueño
del remoto día en que la encontré, de los incontables momentos impregnados de magia y de la inocente fortaleza de la amistad y los juegos.

Y vuelvo a sentir, una vez más, la fascinación eterna de su hallazgo.

Y lo plasmo en estas líneas.

Es así como empieza la historia de La casa del Castor

viernes, octubre 07, 2005

Tareas Pendientes


Nunca he sabido mucho para que sirven.
Nos los imponen en la vida como tantas otras cosas impuestas.
Escogen a los amigos de turno, al yunta del instante, a ese que es compañero de parrandas, sociate, compipa, y se arma la fiesta.
Todos impecables en la Iglesia, las fotos, las tías, los niños corriendo...
La guagua nueva, el trajecito blanco, la familia reunida, el pollito con arroz, harto copete y bailoteo.
Guatón Falabella creo que le llamaban al mío, íntimo de mis viejos, era el amigo con plata, el que iba a todas.
Y eso fue todo lo que supe de él.
Jamás cumplió función alguna, ni ornamental, ni monetaria, ni sentimental.
Jamás sufrí su ausencia ni su presencia, lo único que quedó de él fue un par de fotos en blanco y negro.
Me sostenía en brazos al lado de mi tía, mi madrina.
Nada más, sólo el daguerrotipo de su traje lustroso y el pelo engominado.
Él se esfumó por los caminos de la vida y por los devaneos de las amistades.

Muchos años después supe que era comerciante, que vendía ropa en un puestecito del centro, en la calle, cuando la fortuna dejó de sonreírle y tuvo que sortear al destino con las armas que le quedaban..

"Si un día andas por ahí, pasa a saludarlo" me decía seimpre mi papá.
Y a pito de qué, decía yo, si no tengo nada que cobrarle, es más, ni lo conozco.

"Le dio diabetes a tu padrino", me dijeron en otra ocasión.
Pucha que pena. Pero...la siento de verdad?

"A tu padrino le amputaron los dos pies, y sigue en su puesto del centro, por si andas por ahí"

La verdad es que he pasado por esa esquina cientos de veces, y lo he hecho a propósito para mirarle de lejos.
No hay cariño de por medio, no hay sentimiento alguno por aquel hombre que un día nombraron mi padrino, le veo de reojo con el respeto y la distancia que me produciría cualquier discapacitado.
Pero hoy, hoy no sé que me dió.
Y eso que andaba acelerada, como siempre, ocupando la hora de almuerzo, en compras insignificantes para mis mil ideas.
Y lo miré, lo miré y pasé de largo, como tantas veces.
Pero esta vez me detuve a los dos pasos, lo miré a los ojos, me miró sin gran interés como a tantas otras clientas que pasan a diario por su carrito frente al mercado, tenía los ojos vidriosos y la mirada medio perdida en algún punto del tiempo.

¿Don Jorge?
Sí?
Don Jorge, lo paso a saludar, yo soy su ahijada, la hija de ...
Sí, de mi compadre Keko, la única ahijada que tengo - me dijo.
Como está mi comadre?
Mi mamá? Ehhhh, bien, linda, joven está mi mamá, regia, trabajando por acá cerca.
Y usted?
Bueno, yo, aquí, como me ve, enfermo.
Bueno, lo dejo, era eso, cualquier día paso de nuevo.
Gracias por venir mihijita.

No sé si fue una alegría o no, si fue lindo o no, no sé.
Pero era una tarea pendiente, de ese tipo de cosas que uno sabe que tiene que hacer antes de morirse.
No hay vínculos, no hay cariño, no hay afecto.

Él siguió ahí, en su silla de ruedas, atendiendo su carrito con los ojos vidriosos y la mirada perdida como lo ha hecho quien sabe por cuantos años.
Ahí quedó en su puestecito de ropa de San Pablo con Puente, afuera de la ferretería.
Cuando anden por ahí, dedíquenle una mirada a modo de saludo, de mi parte.
Ahora ya sabrán que ese viejito en silla de ruedas, Don Jorge, es mi padrino.
Yo?
Yo cualquier día paso de nuevo.

jueves, octubre 06, 2005

"Volar..."


Me encanta
Nunca imaginé encontrar en los blogs lo que había buscado por tantos años.
Nunca pensé lograr tal nivel de comunión con las personas.
Hay de todo.
Están los que agreden, los que se mofan, los apáticos, los soñadores , los poetas, los errantes, los críticos, los mágicos, todo un universo de almas con algo que compartir.
Y ahí, en ese universo, sólo basta sentarse frente al teclado y echar a volar la imaginación, de manera que lleguen, sin previo aviso, y como en una comunión casi espiritual todos aquellos a quienes tenemos ganas de llamar amigos, casi compañeros de parranda, casi hermanos, casi yuntas, casi amantes...
Del mismo modo, sólo basta un corte de corriente para que todo se esfume y volvemos de nuevo al mundo, de nuevo solos, de nuevo desnudos, o pobremente vestidos.

Igual me encanta.
Echar a correr por los pastizales de la imaginación, agarrar el vuelo en virtuosos gestos aerodinámicos, tal vez de la mano de algún ave amiga, y volar, volar sin equipaje, sin teclados, sin brújulas, sin destinos, sin relojes, sin amarras, sin fantasmas.

Planear hasta alcanzar velocidad, hasta que el viento no sea más que un susurro en la cara, hasta que queden las alas abiertas en toda su extensión, hasta sentirse dueño de una existencia casi etérea.

Planear sobre las vertientes más deshabitadas de la imaginación, cruzar charcos humeantes y montañas aguerridas de pasiones, disminuir la velocidad hasta sentir el viento en un silbido, atravesar en vuelo rasante sobre las lagunas de los conocimientos, subir de nuevo en vuelo vertical atravesando bosques insondables de relatos cósmicos, caer nuevamente en picada sobre prados de poemas y versos nuevos y conocidos y deleitarme en sus humedades.

Y preparar al fin el aterrizaje gozoso y orgásmico de quien se satisfizo hasta el hartazgo de tanto mundo insondable y virgen.
Así vuelo, así disfruto, así navego por los blogs.
Volando.

miércoles, octubre 05, 2005

Te vi




Te vi..
No hacías otra cosa que escribir
Y yo simplemente te vi...

martes, octubre 04, 2005

Flog



A la espera de la cuota semanal de inspiración, y también porque mi hermanita no tiene acceso a ellos en su fakin empresa que todo le restringe, es que me traje prestado del flog (menos visitado que el blog)
algo de mis creaciones.

"El Hada Mariposa"

"La comedia que vais a escuchar es humilde e inquietante,
comedia rota del que quiere arañar la luna y araña su corazón:
Hubo una vez un insecto que quiso ir más allá del amor.

Se prendó de una visión de algo que estaba muy lejos de su vida...
Quizá leyó con mucha dificultad algún libro de versos
que dejó abandonado sobre el musgo algún poeta de los pocos que van al campo,
y se envenenó con aquello de «Yo te amo, oh imposible».

Por eso, yo os suplico a todos que no dejéis nunca libros de versos en las praderas,
porque podéis causar mucha desolación entre algún insecto enamorado.

Entonces el insecto leyó y decretó:
"He sentenciado que continúo con mi vida, que me hago cargo de estos bosques y de estas aves.
He decretado que continuaré con el dominio de estos prados, que gozaré de mi existencia etérea,
que seguiré surcando estos montes con mis alas.

He decidio dejar atrás un pasado de oruga, abrir las alas, brillar al sol,
dejar atrás las oscuras cuevas de los montes"
Dicho esto abrió sus alas y emprendió los rumbos.

Más no entendía de su efímera existencia,
que la poesía que pregunta por qué se corren las estrellas es muy dañina para las almas sin abrir,
que la muerte muchas veces toma el disfraz del amor.

Y sosteniendo a duras penas sus nuevas alas marchitas
y envuelta en su propia melancolía las batió por última vez, hasta que pudo ver la luz..."

lunes, octubre 03, 2005

Dos mil años de dudas

Su tumba huele a flores, pero no a las típicas flores de los cementerios, sino a flores más finas, a rosas, a lilios, a narcisos, a claveles, huela a primavera, a alegría.
No es una tumba que huela a muerte.
Me tocó ir esta tarde a Los Andes, a la tumba de Teresita, a recorrer la cuesta de Chacabuco hasta el Santuario de Auco, de las carmelitas, en el marco de la organización de la caminata que se realiza cada año, me tocó recorrer la cuesta en una van junto al resto de la organización, llenarnos de tierra, viento y sol allí, entre los cerros y la atmósfera lavada por la lluvia del día anterior se nos fue el día.

Estoy agotada, no sé si otras iglesias tengan tanta actividad, que Semana Santa, que Pentecostés, que jornadas, que retiros, que Canonización, que viaje a Roma, que se nos muere un Papa, que el cónclave, que el humo blanco, que nos eligen otro, que jubileo, que viaje a Colonia, que peregrinación, que Mes de María, que Navidad, que Misiones y sin darnos cuenta, otra vez Semana Santa.
No sé si Cristo estará enterado de todo esto.
Ojalá tuviera blog para dejarle un comment.
Estoy agotada. Ojalá valga la pena.

Lo peor de todo es que tengo el temor que los cabros que buscan la Iglesia lo hacen como una vía de escape, porque se ocultan, se evaden, no se enfrentan al mundo y a sus realidades, tengo mis serias dudas sobre el impacto de nuestra evangelización, siempre las he tenido.
Son muy pocos los que llegan a ser verdaderos líderes en sus pastorales e Universidades, y menos todavía los que continúan de adultos.
Es muy raro.
Es raro que sobreviva esta empresa aún después de 2000 años de antigüedad. Debe haber algo que es de verdad, algo que aún no logro tocar.
En el Santuario las Carmelitas nos sirvieron café con galletitas y dulces hechos por ellas Sus manos amorosas nos llenaron las tazas.
Las miro y no logro entender cómo...

En fin, se dice que los caminos de Dios son un misterio.
Y hoy, viéndolas a ellas, tan jóvenes, tan llenas de vida y de alegría en su entrega, ese misterio se me torna cada vez más insondable.
Es un tema de opciones, creo yo, desde mi mundano lugar en la jerarquía laical.
Así todo, estoy de paso en esto, aprendiendo, una vez más, en estos años, de la naturaleza humana, sé que cuando termine este ciclo y agarre nuevamente mi mochila y parta, me aventuraré de nuevo por regiones inexploradas del conocimiento de los hombres.
Es lo que he sido, una exploradora que no consigue estacionar.
En fin, ellos siguen (y seguirán) participando, y van a caminar y se organizan y se mueven, y la Iglesia continúa, no para.
Y yo.
Yo estoy agotada, por hoy.