
La cosa es así:
Como tengo buena vista los veo de lejos, los clasifico por la forma de vestir, el porte, el pelo...si vienen fumando quedan inmediatamente descartados.
Nada me gusta menos en un hombre que esa mezcla de nicotina pegada al espíritu que tienen esos que fuman descontroladamente.
Y como no sé si es de esos o de los que fuman en forma ocasional prefiero descartarlos de una.
Cuando me cumplen los requisitos los comienzo a observar así como a unos veinte pasos de distancia, a medida que se vienen acercando... entonces me preparo (esto no es fácil), tomo una gran cantidad de aire, la boto, inspiro y expiro unas tres veces, primero cortito y luego más lento, digamos para limpiar las fosas nasales, algo así como tomarse una soda antes del café.
El encuentro es inminente, se acercan a veces lento, otras más rápido (siempre estoy preparada para ambos casos) y en la medida que se acercan comienza el scanner...formas, modos, ojos, sonrisas, hombros, estilo, ropa, el cabello siempre importante, bien cuidado, brillante y si es largo tanto mejor...
Entonces, cual Grenouille de Suskind me preparo ante la vibración inminente de aquel momento sublime, único e irrepetible en que un hombre, cualquiera sea, pasa por mi lado con esa mezcla feroz de animal salvaje y seductor apacible dejando tras de sí la estela de su esencia desatada contada y descrita en los mil fragmentos de aromas mezclados entre sí que le otorgan al macho de nuestra especie el inconfundible olor de la procreación...
Y así permanezco un instante, con los ojos cerrados, sostenida, seducida y embriagada, tratando de sostener en mi respiración cada extracto de quien acaba de pasar imperceptible por mi lado... me quedo entonces en ese aroma suspendida como queriendo saborear hasta el último cada fracción de su esencia, la siento, la huelo, la husmeo intentando separar y reconocer cada molécula para percibir el origen de cada uno de los componentes de esa mezcla deliciosa de todos los aromas de un hombre... el cuerpo, los labios, el cabello, las fragancias, el pecho...todo.
Y lo logro, no sé como lo hago pero siempre lo logro.
Y jamás me equivoco, bueno, supongo que jamás me equivoco o sueño quizá haber hallado sin temor a errores el origen de cada esencia... entonces se transforma en una fiesta de los sentidos y en un regalo a la poesía.
Lo cierto es que no es algo que haga a diario de lo contrario perdería toda originalidad el experimentarlo. Suelo hacer este juego en ciertos días en que mi sensibilidad se halla perfectamente efervescente. No pocas veces por cierto.
Pues así es la cosa, no importa la edad ni el estilo ni la raza, nada importa cuando surge esa magia especial que tiene tras de si un hombre y que solo las mujeres con nuestro sentido número 6 (o 7 u 8) podemos percibir...
Es inevitable la tentación, aunque altamente dominable, sin embargo jamás renunciaré al embrujo de los aromas de los hombres, los cientos y miles que pasan por mi lado cada día, al embrujo de su secreto encanto, a las mezclas narcóticas de perfumes y aceites naturales que se mezclan y desprenden a su paso capturándome y cautivándome en esta jungla asesina de pieles y deseos anónimos que nacen y se esfuman en un instante prodigioso, en el momento exacto y fugaz de un amor que nace y muere fulminante en el relampaguear dulce de unos ojos que se cierran en el secreto e íntimo momento de sentir al pasar la esencia deliciosa, humana, terrestre y perfectamente alcanzable como lo es el aroma de un hombre.
Y sé que las mujeres me entenderán.