
Releí hace poco la historia esa del alacrán que pica y vuelve a picar a quien intenta salvarle, de cómo se disculpa escudado en su naturaleza, y de cómo el mismo aquel que trata de ayudarle se justifica también aludiendo a la suya.
Hace poco también una muy buena amiga me contaba la historia de un hombre (con el que salía) caído en faltas de fidelidad una y otra vez poniendo como base de su discurso la naturaleza del alacrán.
Y ella sufría por no entenderle.
Y yo me río.
Verdad que es fuerte la naturaleza, el carácter humano, que difícilmente podemos controlar la herencia que nos ha sido dada en siglos de luchas de estirpes impetuosas, que duro es navegar contra la corriente sin aflorar en nosotros los instintos más básicos de supervivencia, las pasiones más remotas alojadas en el fuego de nuestra sangre, de nuestra raza.
Que llevamos cada uno en nuestras venas el decálogo de centurias de hombres y mujeres que han gozado, matado, cazado, amado, condenado y vivido intensamente sin contemplaciones de juicios y condenas.
(Sin embargo y pese a todo hay que ser muy caradura para compararse al alacrán)
Recordé también estos versos de Neruda pintados en la pared más grande del patio de mi colegio de modo que pudiésemos aprenderlo y se grabasen a fuego en nuestras mentes de jóvenes...
"Su adolescencia fue dominio, su juventud fue un viento dirigido.
Se preparó como una larga lanza, acostumbró los pies en las cascadas.
Educó la cabeza en las espinas.
Sólo entonces fue digno de su pueblo"
Y la fábula del alacrán se me viene al suelo, se me viene al suelo como argumento falaz para justificar nuestros actos más inpensados, nuestros deseos más ocultos escondidos bajo y sobre la piel, porque para educarnos en las espinas fuimos hechos, para dominarnos en la angustia, levantarnos en las adversidades y dirigir con dominio cada instinto que nos haga hervir la sangre por más primitivo que éste sea.
Y estamos destinados tal vez a vivir nuestra naturaleza en la medida que no perjudiquemos el andar de quien nos ama.
Puede parecer insensato, si hasta yo misma de pronto me sorprendo traicionando convencionalismos y dejándo fluir esa sangre milenaria en espasmos de poesía.
Puede parecer insensato intentar doblegar y traicionar nuestra naturaleza, pero puesto que no somos insectos, ni crustáceos, ni aves cordilleranas, ni fauna de la foresta resulta imperioso al menos manejar argumentos más válidos que un decreto de la naturaleza.
Es complicado pues también es válido sentir y dejar manar todos los torbellinos que nos sacuden con mayor y menor intensidad, es complicado puesto que es también bello el instante mágico en que se confabulan los instintos más primitivos con los instantes irrepetibles, pero como seres dotados de la belleza del pensar debemos también saber que la destreza anida en el "Cómo", la inteligencia reside en el "Cuándo" y el arte consiste en el "Donde"...
Y de alacranes, pues que de alacranes se nutra la poesía.