
Sabes que regresaré con la marea a colgarme de tus cerros
cuando mis ansias de toda una vida hayan reunido la espuma
de tantas otras costas.
Estaremos nuevamente juntos conservando lo que en tus callejones de adoquines nos fue dado, en la miseria mágica de tanto poeta porteño cantando sus tangos al oído de los gatos de los tejados viejos.
Sabes que regresaré a tu soledad honda sumida en el sueño,
que acomodaré mis cosas en una casita en lo alto,
donde colgaré caracolas en mi ventana
y al hundirme en el vapor de los barcos que zarpan
esperaré paciente que mis últimos días se descuelguen
atisbando serena tu pobreza encantada
montada en la proa de viejos versos.
Volveré un día a tus calles viejo puerto como llamada de antes,
como respondiendo a tus cantos lejanos ,
los que me han traído tus mares durante toda mi vida,
volveré confundida en el arpegio de mil gaviotas,
arrastrándome en la ventisca y recostándome en la arena
hasta deshojarme al sol para recordar los días cuando tú y yo nos soñamos poetas.
Sabes que regresaré para dejar que sea el silencio maestro y dueño de todas mis tardes,
para dibujar el boceto del romance paseando por tus cerros al atardecer,
tus lomas bañadas de luces, tus adobes y vigas resistiendo al tiempo,
condensando historias como las de los borrachitos de la esquina que aún curtidos por la vida y la intemperie cambiaban de vereda para perseguir al sol.
Sabes que volveré Valparaíso a cantarte al oído el otoño de mi vida,
a compartirte con olvidado asombro el hábito del alma que se me ha hecho soñarte, a llenarme de sal el respiro y acomodada junto a las rocas escarpadas donde rompen las mareas resumiré todos los secretos de mi alegría y mi dolor vestida de espuma y coronada de mar, porque tú lo sabes, que aún desde la más inmensa lejanía yo hasta ti siempre volveré.