lunes, enero 08, 2007

Cariño Botado...(y encontrado)


Mi abuelo murió mucho antes de que yo naciera por tanto casi no forma parte de mi historia.
Fue otro nombre el que escuché toda mi vida, el que llegó a ser el gran amor de su vida, y el que se perdió más tarde por esos avatares del destino en los mil recovecos del tiempo y la nostalgia y que la distancia finalmente había terminado por borrar.
Carlos Condesa era su nombre. El galán de todos los tiempos, aquel hombre que muchos años después de su viudez vino a ocupar el corazón de mi abuela y me tuvo entre sus brazos cuando yo era solo un bebé.
¿Cómo encontrarlo Don Carlos? ¿Cómo hallarlo cuando ya el tiempo ha pasado implacable, cuando ya los recuerdos se disuelven en la penumbra de los tiempos, cuando no hay datos suyos, ni indicios, ni historias... tan solo han quedado unas cuantas fotos viejas en un albúm de cartón.
Cómo darle a mi abuela el regalo de su hallazgo en las víspera de sus Ochenta años sin que las fuerzas y los estragos de la falta de tiempo nos dejen sin aliento.
Pero vivimos de la magia y creemos que cada día viene cargado de ella así como creemos en el milagro de lo no posible y en la vulnerabilidad de lo no probable.
Y partimos.
Los datos eran mínimos, un par de propiedades, algunos números y un sector en Los Andes alejado de toda consideración y de un nombre tan mítico como revelador: "Cariño Botado".
Los Andes tiene algo de Macondo, bañado por el calor soporífero de la media tarde sus calles largas están cercadas por grandes álamos que se encuentran en las copas formando un túnel natural que tramo a tramo va dejando entrar los rayos del sol, casitas de adobe a los costados del camino y lugareños amables que en la travesía nos iban inflando el corazón ante un presagio de grandes maravillas.
"Cariño Botado" se empina en la ladera de un cerro entre intrincados caminos de tierra y matorrales. Ahí, en medio de una calle angosta orillada por un riachuelo de aguas torrentosas hallamos al fin la casa con el número que llevábamos anotado en el papel.
Cuando la magia del día se vuelve el acontecimiento más maravillosamente imprevisto y cuando el esfuerzo de largo tiempo de capitulaciones se remonta a un modesto lugar en los faldeos de nuestra precordillera en un pueblito alejado del conocimiento de los hombres y los placeres de la civilización, entonces no duele permitir que los ojos lloren, que la emoción se atragante en la garganta y que cada conversación que surja brote entre risas nerviosas y el gozo de una misión cumplida.
El lugar parecía detenido en el tiempo entre paltos y gatos flojos de media tarde, entre árboles cargados de frutas y el ladrido de muchos perros que salieron a nuestro encuentro.
Y los ojos de aquel hombre aún en su postrada ancianidad eran los mismos de los de aquel galán repartido en muchas fotos que colgaban de la pared.
Vaya uno a saber que pensamientos pasaron por su cabeza que apenas sostenía algunos recuerdos, qué destellos de luz le volvieron a la mente al ver seguramente en los ojos de sus dos nietas los ojos de aquella belleza rubia que tantos años atrás le miró con el corazón cargado de amor.
Le dejamos después de un largo rato entre besos y abrazos con la promesa de llevarla con nosotros la vez siguiente y emprendimos el viaje de regreso sonriendo en la dicha de la media tarde dejando atrás la magia ardiente de aquel pueblo que en la tarde de ayer Domingo 7 de Enero nos regaló un milagro.

16 comentarios:

Tontograve dijo...

La magia del dia (aunque un par de años despues) siempre será la magia del dia.

Francisca Westphal dijo...

los milagros existen negrita cierto?... imagino a tus abuelos reconociéndose con los oojitos arrugaditos y las manos temblando de la emoción, igual que en los 15, los 20, los 40 y los 60... es que la fascinación no tiene límites... un abrazo gtrande

mentecato dijo...

Buenìsimo texto.

Un abrazo.

Rantes dijo...

que gran milagro para empezar el año, que felisidad debes haber sentido......

un abrazo, nos vemos.....

chau

Anónimo dijo...

No hay emoción más grande que salir a buscar los rastros del pasado y, además, encontrarlos. Abrazos.

Anónimo dijo...

Que poderosa es la mente y el espiritu, como podemos a traves de fotografias remontarnos al pasado, recordarlo, pensarlo, besarlo y hasta acariciarlo.

M.

Eugenia Cristina dijo...

¡Cuánto amor hay en esa búsqueda! ¡Y que regalo de Dios que lo hayan encontrado! Además muy bien y atrayentemente narrado.

¡Albricias!

Unmasked (sin caretas) dijo...

Kiantei,

Gracias x pasar.

Me alegro que hables de tu abuelo, al igual que los que te rodean, a pesar que son parte de tu pasado o como tu abuelo, que no lo ves muy seguido, siguen siendo tu presente.

Uno es la consecuencia de muchas cosas y el accionar de mucha gente..especialmente nuestra familia.

Un beso y buen anio para vos tambien

Petra

pd: con todo respeto, el senor de la foto esta fuerteee!! jaja en fin, parte de ser mal portada.

Anónimo dijo...

Hola...
Por supuesto que eres bienvenida al Rincón de los 30.
Tenemos mucho que aportar las treinteañeras...
Un abrazo.
BARBARAZA
http://mujereschilenasde30.blogspot.com

Siempre dijo...

Hay que ver que de historias tienen los abuelos y abuelas. Uffff. Es necesario recuperarlas incluso para ellos mismos.
Saludos

Gonzalo Villar Bordones dijo...

te imagino en Los Andes, entre la cordillera y las viñas.

entre el calor que agobia y el hielo.

Anónimo dijo...

Oiga Pajarito que más mitomania que el usted creerse que es un pajarito.

Kia conociéndote un poquitito nada más, he visto la grandeza de tu corazón, pensé que tu Padre en vez de ser un Pajarito era un Señor Aguila, pero bueno, así es la vida, una de cal y otra de arena.

M.

Claudia Castora dijo...

Y bueno Logos....que le vamos a hacer, hay que ver que aún estando tan lejos en esa isla como lo está usted no se tomó ni medio segundo en darse cuenta de "algunas cosas" En fin.
En mi blog he escrito y seguiré escribiendo solo de aquellos que valen la pena.

Un beso

Anónimo dijo...

Kia

Creí que era una broma de algún amigazo suyo que se hace pasar por ¨Pajarito¨.

M.

César-in dijo...

Me perdonas la impaciencia, sobre todo si es la primera vez que te visito, pero... ¡cuenta, cuenta! ¿Y Qué pasó después? ¿Ya se vieron con tu abuela?

Claudia Castora dijo...

Mmm...que impaciente Don César.
Pues no...al regreso le contamos la historia y le mostramos las fotos que le habíamos sacado.
Los ojos se le llenaron de lágrimas y cualquier otro comentario que haya pasado por su mente y su corazón lo guardó para sí.
En todo caso estamos alerta, cualquier día de estos amanece con ganas de hacer ese viaje, en eso estamos.