martes, septiembre 13, 2005

Shimoda


Conocí a Shimoda en el Verano de 1987, cuando apenas tenía 16 años, no recuerdo bien como llegó a mis manos, pero recuerdo con claridad que ha sido uno de los maestros que han guiado mi vida.
Y me estuve acordando cuando fue el momento en que empecé a ser felíz, porque no he sido siempre felíz, cuando era chica lo pasé muy bien, me entraba tarde a la casa, transpirando y con la cara sucia de tanto jugar, y mi mamá me salía persiguiendo para cachetearme cuando hacía alguna maldad, y a veces lograba agarrarme de alguno de los chapes si es que no alcanzaba a treparme rápidamente al árbol y quedarme ahí largo rato esperando a ver que el sol se pusiera en la montaña.
Lo pasé muy bien en esos años. Supongo que esos fueron los años en que comencé a entretejer los hilos de mi vida, a decorarla de Ilusiones, a llenarla de magia, a moldearla a mi gusto y elección.
Esos años en que arriba del árbol guardaba todos mis escritos porque ahí era donde dejaba fluir mi genio interior y desbordarlo en ideas, imágenes, hechos.
Fueron esos años en que conocí los libros que marcaron mi vida, que delinearon mi personalidad.
Porque yo era El Principito que bajó delas estrellas porque discutió con su flor y solo en la tierra descubrió que ella era única en el mundo.
Porque yo era Melquíades que atravesaba la ciénaga con los últimos inventos de los sabios de todas las regiones para despertar la curiosidad de José Arcadio.
Porque yo era la que soñaba con ser Amaranta Ursula, la MamaGrande que se quebraba el espinazo en el cultivo de sus propios frutos.
Porque yo era el Segismundo que se cuestionaba el delito de nacer y que entendió que esta vida es solo un sueño.
Porque yo era la potra de nácar, la mozuela que un gitano se llevó al río y la desbordó de pasión.
Entonces conocí a Shimoda.
Y ya no se trataba de esa magia de campanita, de renos, de elfos, de dríades, se trataba de esa magia que emerge del corazón.
Y entendí que se podía ser realmente felíz cuando uno se lo proponía.
Porque la felicidad no depende de otros.
Ya estoy cansada de leer tanta desazón, a tanto individuo sin norte, tantas almas desconsoladas.
Hoy recordé a mi mesías, y estas son las líneas que él me dejó:


1. Vino al mundo un Maestro,
nacido en la tierra santa de Indiana,
criado en las colinas místicas situadas al este de Fort Wayne.

(Ilusiones, Richard Bach)

3 comentarios:

Tontograve dijo...

si me quedo quieto, morire mas rapido de hastio.
gran frase, un lema.
mi lema.
a shimoda le debo mas de lo que estoy dispuesto a reconocer.
un beso.

Puntito13 dijo...

uds. 2 la pareja ideal ;)

Besos

Indianguman dijo...

Gracias, Kiantei, por este post. Descubro que tenemos mucho en común. Yo también creo que es posible crear lo que vivimos.

Muchos besos para ti!!
Qué ganas de estar en Santiago y tomarme contigo el tecito de las cinco...