martes, octubre 11, 2005

La Casa del Castor: 1ª parte: “El Hallazgo”


(La historia que voy a contar es una historia verdadera,
nació del caminar bajo las estrellas y está adornada con la magia
que proveen las letras que derrama su humilde creadora.

Reconozco que nunca me ha gustado mucho leer en los blogs historias por episodios, porque no sé si podré continuarlas al día siguiente, o si me acordaré de regresar a recoger los fragmentos restantes.

Pero esta historia siento que se las debía, es la historia de La Casa del Castor, y como es un poco larga la he separado en cuatro partes de manera que pueda ser digerida con algo de calma y ojalá un poco de cariño. Para ustedes)

I.- El Hallazgo

“En los años en que todavía no se le conocía por este nombre,
La Casa del Castor era una casa abandonada,
como las casas abandonadas de los cuentos,
llena de vegetación salvaje que nadie controló por años
y con un sinnúmero de leyendas tejidas en torno suyo.

De niña solía explorarla con mis amigos.
Embullados con la aventura, husmeábamos sigilosos todos sus recovecos,
sus paredes carcomidas por el inexorable paso del tiempo,
soplando el polvo acumulado en los años de abandono, respirábamos su aire enrarecido,
su clima prehistórico, sorteando a veces los regueros de desperdicios y las cenizas humeantes de algún visitante fortuito de alguna noche anterior.

La oíamos crujir durante toda la exploración, porque crujía entera, el techo parecía a punto de desplomarse por la presión de las lluvias, colgaban de las ventanas las piltrafas escuálidas de antiguos cortinajes y las puertas al abrirse, raspaban los desniveles del suelo dejando oír sus quejidos lúgubres.

En cada rincón brotaban, soberanas, enormes extensiones de musgo tierno y las arañas huían despavoridas a sus escondrijos tras ser despertadas de súbito de sus largos recogimientos.

Las paredes temblaban al ritmo de nuestros pasos pavorosos y cada rincón nos ofrecía un mundo de sortilegios ansiosos de ser descifrados.

La Casa parecía ocupar un ámbito propio, un espacio de soledad y olvido, apartado de la ciudad, de las épocas y del desmesurado bullicio del mundo.

El mito urbano contaba que había vivido ahí una vieja loca, que gustaba del siniestro hábito de cocinar gatos y perros y colgar gallinas en las ventanas y que un día desapareció intempestivamente sin dejar el menor rastro .

A la luz de los hechos conocidos, era natural sentir el pavor al recorrer sus rincones, sin embargo,
el poder implacable de la curiosidad, el espíritu voluntarioso de los expedicionarios,
la vehemencia por conocer el otro lado de las cosas hacía imposible abatir los ánimos.

En el vasto universo de nuestra imaginación la soñábamos mágica,
guarida de filibusteros y hechiceros, de contrabandistas y mercachifles,
de dragones y emperadores y después de largas horas de seducción ante la complicidad del juego,
no percibíamos el paso del tiempo y regresábamos a nuestras casas ya muy entrada la noche sucios de aventuras y extenuados ante la desmesura de la ensoñación.

Por las noches, en la serenidad que otorgan los sueños,
desde el cansancio y la satisfacción de la aventura,
registraba cada detalle de la travesía y contaba cada hora antes que llegara el momento para volver día tras día al portentoso territorio que encantaba mi infancia.

Muchos años después, desde la paz de mi teclado,
vuelvo a recordar esos años prodigiosos y me vuelvo a hundir en el ensueño
del remoto día en que la encontré, de los incontables momentos impregnados de magia y de la inocente fortaleza de la amistad y los juegos.

Y vuelvo a sentir, una vez más, la fascinación eterna de su hallazgo.

Y lo plasmo en estas líneas.

Es así como empieza la historia de La casa del Castor

6 comentarios:

Fernando dijo...

Doy fé de lo anterior.

Y me anticipo a los proximos capitulos pidiendote que no te olvides de señalar, que en el fututo la casa del castor siguio rugiendo y crujiendo.

(y no solo por el huracán Kianteis, eso fué mucho despues...)

Catalina Pimentel dijo...

Tu amas tu casa y se nota demasiado. Adornos y mucha madera, láminas, arte pop, flores y calor. Es realmente un agrado pisar tu espacio tan ay, sobre todo ese adorno que tienes en la escalera, ese espiral que me mata.
Y Bastián me contó sobre esa mujer que comía gatos, que horror.
Y bueno, ahora Shibu no está cochina y me sorprendió verte con mi mamá :B

C.- dijo...

Si a lo que escribí hoy, le sumas lo que leí acá puedo decir con propiedad que este día lejos de ser normal, se ha tornado un torbellino de sentimientos
Algo así como un Katrina interno...
Besos
Gracias por tus palabras
Clau

KiKa dijo...

La casa del Castor, los amigos imaginarios, los clubes...todos ingredientes de la niñez que te hacen recordar esos días en que la imaginación todo lo podía y en dónde con cerrar los ojos o inventar un juego, podríamos transportarnos a mundos llenos de luz y donde podíamos encontrar consuelo a nuestras penas.

¡Qué fácil era soñar y qué sanador este recurso!.

Estoy feliz de que permitas que entremos a tu casa del Castor y podamos canalizar sentimientos a través de ellas. Nos haces soñar...

Claudia _angel dijo...

...que bueno que te decidiste a entregarnos la verídica historia...porque me da la impresión de que la casa del castor, está ahora en todos nuestros sueños...ahí están nuestros anhelos...el surgir de nuestras vidas a partir de otra historia que iremos construyendo...

Indianguman dijo...

Wowww qué hermoso...